No hace falta ver las cosas
cuando se sienten de veras,
no hace falta deleitarse,
ni mirar y ver sus colores...
porque el alma si uno quiere,
ve más que los ojos pudiere...
tú, en tu mundo los distingues
y lo ves como nadie...
Del blog de Francisca Alfaro
La Cultura Impar esta vez tratará un tema que, para muchos, es difícil, pero es una realidad tan constante que lo mejor es entenderla para entonces atenderla, y tiene que ver con hablar de lo que es ser ciego.
Es constante el sentir de los grupos de apoyo y de organizaciones especializadas en atender estos casos, mencionar el concepto de que sería bueno que en México se lograra abrir ese espectro de cultura para sensibilizar sobre la discapacidad visual.
En principio, y de manera breve, va un aspecto técnico de lo que es la comunicación interpersonal: es el intercambio de mensajes, así como de información, entre dos o más individuos. Para ello, utilizamos la comunicación verbal y no verbal, con el objetivo de que haya un buen entendimiento, que ayude comprender el mensaje que se está exponiendo.
Tiene sus formas y, en todas, debemos ser conscientes de cómo comunicarnos con los demás. Por ejemplo, sabemos cuando una persona está alegre, tranquila, triste o, simplemente, indiferente o concentrada en sus asuntos.
Sin embargo ¿alguna vez se ha tenido la oportunidad de interaccionar con una persona ciega o con visión baja? O al menos ¿ha pensado cómo se debe tratar con una persona con ese tipo de discapacidad?
Para entender en un solo renglón esto, tomo una frase de Silvia Lozada, directora de la Escuela para Perros Guía en México: “La discapacidad no es fea, no es un mal ni un castigo de Dios; es la manera en que muchas personas nos movemos en la vida”.
Lo que menos debe sentirse y hacer sentir es lástima. Son personas normales, PUNTO.
Y Silvia toca una parte importante: “Si se dan cuenta, la discapacidad tiene que ver con todas las áreas; no solo en las calles y las casas. Todos los lugares deben ser accesibles; deben ser espacios incluyentes, simplemente porque las personas con discapacidad -sin importar cuál sea- somos consumidores de todo. Si aprenden de eso, hasta los comercios brillarán más”.
Definitivamente, sólo la experiencia personal puede llevarnos a entender cuáles son las mejores maneras para comunicarnos con una persona que no ve. Lo cierto es que la ceguera tiene diferentes niveles y grados de necesidades de comunicación. Y sin lugar a dudas, genera muchos desafíos.
Encontré algo de una joven influencer argentina, que quedó ciega por alguna razón que ahora no viene al caso comentar: “No soy un ser de otra especie; sólo tengo la alternativa de seguir adelante como otra persona común, aunque con una limitación, nada más. Soy normal, como cualquier otro; deben verme y tratarme así”.
La ayuda se ofrece, se sugiere, no se impone, subraya a quienes la rodean y ante el hartazgo de enfrentar toda una incultura sobre la convivencia con alguien ciego. “Es difícil encontrar la justa medida entre la sobreprotección y la indiferencia”, concluye esta líder en las redes sociales de su país.
Si hay alguien en nuestra vida que es ciego o sordo -o ambas-, aprender a comunicarnos demostrará preocupación y amor pero, más que nada, entendimiento. Palabras difíciles de asimilar: la atención y el entendimiento.
La comunicación con las personas sordas y ciegas, por lo general, se considera un lujo en lugar de una necesidad. Esto significa que se debe hacer cualquier cosa, desde aprender el lenguaje y todo aquello que haga sentir, que permita mostrar al otro, que simplemente está uno ahí. Y esto debe fomentarse siempre que sea posible.
¡Qué ciego es el mundo!
Madre, ¡qué ciegos los hombres son!
Piensan, Madre, que no existe más luz que la luz del sol...
Madre, al cruzar los paseos cuando por las calles voy,
oigo que hombres, mujeres, de mí tienen compasión.
Que juntándose uno a otro hablan bajando la voz,
y que dicen: ¡Pobre ciega!, que no ve la luz del sol.
Anónimo
Cultura Impar seguirá con el tema, porque es necesario entender lo que una sociedad de pronto no quiere ver ni oír y porque mostraremos, hasta donde los espacios den, las necesidades de una escuela dedicada a criar perros guía para ciegos, a formar binomios para que puedan moverse con normalidad en una sociedad de difíciles accesos, y aprendamos a ayudar.
Hay una realidad contundente: aunque se van ganando espacios para saber cómo comportarnos frente a la discapacidad, en México no existe una cultura de la inclusión completa.
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