El pasado miércoles 10 de septiembre, la Ciudad de México vivió un hecho sin precedentes. El Congreso mexicano, símbolo de la soberanía nacional, fue tomado por manifestantes en una enérgica protesta contra la reciente reforma al Poder Judicial, que podría aprobarse en las próximas horas. La indignación de los ciudadanos se hizo sentir como un estruendo que sacudió el Senado.
Personal de vigilancia del recinto trató de impedir la entrada de los trabajadores del Poder Judicial a la Cámara de Senadores. Entre empujones y gritos, forcejearon la puerta principal para acceder; minutos después, dicha puerta fue abierta para contrarrestar la multitud con lanzamientos de espuma.
Los trabajadores del Poder Judicial, con el rostro encendido por la furia y la frustración, levantaron sus voces al unísono, gritando con fuerza: “¡Traidores! ¿Dónde están? ¿Dónde están los senadores que nos iban a escuchar?”. El eco de estas palabras resonaba entre las paredes del recinto legislativo, como un grito de advertencia y rechazo.
Este evento marca un hito en la historia de México. Jamás, en más de 200 años de vida republicana, desde la consumación de la independencia, se había tomado el Congreso como un espacio de protesta. Lo ocurrido hoy es una expresión del descontento profundo de la población, un rechazo que ha escalado a niveles históricos.
La reforma, impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien hará el traspaso de poder a su ahijada política Claudia Sheinbaum el primero de octubre, ha generado semanas de protestas. Empleados del Poder Judicial y estudiantes de derecho han encabezado las manifestaciones, afirmando que la medida, que permitiría que los jueces sean elegidos por voto popular, pone en riesgo la independencia judicial y representa un duro golpe al sistema de contrapesos del gobierno.
Un personaje clave en este polémico escenario fue Miguel Ángel Yunes Linares, quien sustituyó a su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez, debido a una licencia médica. Su presencia ha sido la pieza faltante y decisiva en la controversial reforma judicial, una decisión que ha sacudido los cimientos de la democracia mexicana.
Una consigna resonó con especial fuerza: “¡Yunes traidor, cediste al dictador!”, señalando al político como responsable de una traición al pueblo mexicano.
La sesión del Senado, en el día de la votación sobre la polémica reforma al Poder Judicial, se convirtió en un evento histórico lleno de tensión y drama. Todo comenzó con la sorpresiva aparición de Miguel Ángel Yunes Márquez, un panista que, habiendo solicitado licencia médica horas antes, decidió regresar para dar su crucial voto. Lo que pocos esperaban era que ese voto sería a favor de la reforma impulsada por Morena.
Con el voto de Yunes Márquez y la detención ilegal del senador de Movimiento Ciudadano, Daniel Barreda, la mayoría calificada se logró y la reforma fue aprobada. Esta iniciativa busca transformar la elección de jueces, magistrados y ministros mediante el voto popular, además de crear un Tribunal de Disciplina Judicial y la figura de jueces sin rostro.
El apoyo de Yunes desató aplausos y vítores por parte de los senadores de Morena, mientras que la oposición, encabezada por Lilly Téllez y Ricardo Anaya, denunció el "secuestro" de Barreda y acusó a Morena de querer tomar el control del Poder Judicial. El enfrentamiento entre las bancadas fue intenso. La senadora del PRI Claudia Anaya calificó la reforma como un golpe a la República, y los gritos de “¡Resistencia!” resonaron en el recinto.
Morena, sin embargo, mantuvo su postura firme. Ernestina Godoy defendió la reforma, señalando que era el resultado de un amplio proceso de análisis y debate. A pesar de la oposición, la votación avanzó y la reforma fue aprobada en medio de un ambiente de profunda división política.
El reclamo es claro, la indignación palpable, y la incertidumbre sobre lo que viene es tan profunda como el silencio de aquellos que se suponía debían escuchar.
La aprobación de la reforma no solo marca un hito en la historia del Poder Judicial, sino que deja al país en medio de una creciente incertidumbre sobre el futuro de su sistema de justicia. ¿Será esta reforma la solución que México necesita, o una peligrosa concentración de poder? Solo el tiempo lo dirá.
Comentarios