PARA SU INFORMACIÓN
Gustavo Lomelín C.
Hace un par de semanas, en su análisis semanal, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) pronosticó que una eventual llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de la República, sería un “fracaso” pues habría una “nueva ola de incertidumbre” dada su postura radical y sin la popularidad ni la base dura que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Algo inédito, inusual y extraño. Nunca antes visto pues el think tank del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) suele ser cuidadoso en sus posturas y análisis, sobre todo cuando toca temas políticos sensibles relacionados con la sucesión presidencial.
El lunes 13 de marzo, el CEESP difundió sus “Escenarios y riesgos hacia las elecciones de 2024. La transición y el próximo gobierno”, donde advirtió que si Sheinbaum llegara a presidir el país enfrentaría “problemas considerables” que exigirían gasto público creciente con una sostenibilidad fiscal ya frágil y sin márgenes. Según los expertos, en el 2024 Sheinbaum heredaría una economía frágil, quizá estable por el momento, pero prendida de alfileres, similar a la de 1994-1995.
En la elaboración de este análisis participaron casi 20 expertos políticos y económicos, algunos incluso miembros del poderoso Consejo Mexicano de Negocios (que aglutina a los 60 empresari@s más ricos de México). La amenaza velada es que la incertidumbre que generaría Sheinbaum podría provocar una fuga de capitales y su consecuente presión devaluatoria.
En ese documento se reconoce que la otra posibilidad real de Morena (Marcelo Ebrard) llevaría al país por una senda socialdemócrata tipo Europa occidental que permitiría con mayor facilidad una reactivación rápida de la inversión y el consumo: “habría más oportunidad de lograr entusiasmo de la inversión”.
Sin duda, la experiencia de Marcelo Ebrard aprovecharía mejor la tendencia de la relocalización de las inversiones o nearshoring, algo similar al efecto positivo generado con el anuncio de la inversión de Tesla y su gigaplanta en Nuevo León y otras entidades de la nación.
México vive un momento histórico. La 4T con un buen candidato podría relanzar al país a ubicarse entre las primeras 10 economías del mundo con mayor énfasis social para generar empleo y bienestar y reducir la pobreza y la injusta y enorme desigualdad social que lacera a una gran parte de la población.
En la reciente publicación de su libro “El camino de México”, Ebrard habla de su visión para cambiar para siempre: “el fin último de toda política de izquierdas en México es aumentar aceleradamente la proporción de las clases medias en la población”.
Más aún, según el INEGI, hoy la clase media representa sólo 37 por ciento de la población. “Debemos rebasar el 51 por ciento en esta década. Cambiaría la morfología del país y su capacidad de crecer”, señala Marcelo Ebrard.
En síntesis, se trata de implementar un modelo de desarrollo con énfasis social que redistribuya la riqueza y reduzca la pobreza y la desigualdad: el fin último del humanismo mexicano. En efecto, el destino de México está en juego.
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