Por José Manuel Rueda Smithers
Nunca podré entender al que maltrata a un pequeño niño,
Olvidando que alguna vez, en su niñez, solo quería cariño.
Poema No al maltrato de niños, en Cuartel de poetas
Fueron varios días en que la información circuló y, desgraciadamente, en su mayoría con datos negativos. Aprovechando que el 12 de junio se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, esta vez con el tema “¡Actuar ahora: poner fin al trabajo infantil!”, van estas letras para crecer la Cultura Impar en torno del tema.
Información encontrada en la página de la agencia informativa Vorágine resalta que el trabajo infantil, prohibido en el derecho internacional, presenta tres categorías: las formas peores como la esclavitud, trata de personas, servidumbre por deudas y otras formas de trabajo forzoso, reclutamiento obligado de niños para utilizarlos en conflictos armados, prostitución, pornografía y otras actividades ilícitas.
“La segunda, los trabajos realizados por niños que no alcanzan la edad mínima especificada de acuerdo con normas internacionalmente aceptadas, que impida la educación y el pleno desarrollo del niño. Y la tercera, aquellas labores que pongan en peligro el bienestar físico, mental o moral del niño, ya sea por su propia naturaleza o por las condiciones en que se realiza, denominado trabajo peligroso”.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hay en el mundo 152 millones de niños sometidos a trabajo infantil y más de la mitad realiza labores peligrosas que ponen en riesgo su salud, seguridad y desarrollo físico, mental, social y educativo.
En el caso de México, cifras de la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil 2019, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, mencionan que el 11.5 por ciento de la niñez mexicana trabaja; esto es, más de tres millones de niños de entre cinco y 17 años.
Algunos datos brindados por la académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social, Gabriela Ruiz Serrano, muestran que el fenómeno se presenta principalmente en entidades donde las condiciones son precarias, niveles educativos e ingresos per cápita bajos y pobreza extrema, lo que coloca a esta población en condiciones desfavorables. De ahí “la importancia de comprender dónde se presenta de manera compleja, toda vez que no se trata de un hecho aislado”, señala.
La OIT, en incontables ocasiones ha denunciado el vínculo entre la pobreza de los hogares y el trabajo infantil, condición que por generaciones deja a los hijos de las familias fuera de la escuela y limita sus posibilidades de ascender en la escala social.
Con todo esto, y pese a los esfuerzos internacionales, la pornografía infantil no cede.
El Protocolo de Palermo, instrumento internacional que configura la trata de personas, reconoce la explotación laboral como una forma más de este delito y se vincula a prácticas mediante las cuales los infantes son utilizados para beneficio de terceras personas.
Algunos medios refieren constantemente que por todo el país hay más de un centenar de niños cuyas edades van de tres a cinco años, entre las víctimas de abuso, violación sexual y pornografía infantil. Sus casos están a la espera de que la autoridad correspondiente (federal y estatal) tome de lleno las denuncias formalmente presentadas, pero que ya sea por incompetencia, complicidad o simplemente falta de interés, son archivadas.
Sobre la fragmentación de los delitos, existen informes en el sentido de que cuando se denuncia uno de estos abusos, el Ministerio Público opta por investigar delitos individuales de pederastia o violación equiparada, por lo que no se profundiza en una indagatoria completa y, en su conjunto, se limitan a una mirada parcial y fragmentada de la investigación o simplemente se detiene o sentencia a un autor material, sin investigar para qué redes o con qué personas trabaja en torno de la pornografía infantil.
Aunque duela el tema, debemos ser conscientes y sensibles frente a esta situación; abrir líneas de intervención, llegar con los tomadores de decisiones para fortalecer los programas enfocados a la erradicación de este mal y brindar mucha más atención a los sistemas comunitarios de familia. La niñez es lo primero.
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